Estamos tan acostumbrados a vivir con él que ya no le prestamos atención, y es realmente dañino para el cuerpo. Hace que nos duela la cabeza, que estemos agotados y decaídos, nos afecta al tránsito intestinal, hace que se caiga el pelo y la piel y las uñas se vuelvan secas y frágiles. Nos impide